Lunes,
30 de agosto de 2004. DIARIO DE SORIA
PINILLA DEL OLMO:
La recuperación de
viviendas devuelve la ilusión al pueblo.
El
alcalde pedáneo confía en que se atiendan
necesidades como la pavimentación de las calles
o un centro social.
P.V.
Pinilla
La localidad de Pinilla del Olmo ha
recuperado la ilusión por el futuro. Así
cabe resumir el sentimiento que vive esa
pedanía de Barahona, que ha comenzado a
rehabilitar algunas viviendas, después de
años de olvido, lo que por otra parte le ha
permitido mantener un caserío original, sin
ningún añadido diferente a la piedra del
entorno, con sobresalientes dinteles y
dovelas en puertas y ventanas en las casas,
de una pureza arquitectónica tradicional
casi extinguida.
"Así recuerdo siempre el pueblo",
señala el joven alcalde pedáneo, José Luis
Bartolomé, agricultor y ganadero de 36
años, señalando el estado de buena parte
del pueblo. Y es que las fachadas y
exteriores de las casas han resistido
intactas el tiempo -tal es su robustez-, a
pesar del hundimiento de los tejados. Por eso
Pinilla del Olmo ofrece una sensación
extraña, de abandono y solidez. Parece el
juego de construcción de un niño, que
espera la colocación de los tejados de unas
casas recién ensambladas.
La de José Luis Bartolomé es una de las
escasas familias que vive permanentemente en
el pueblo, con sus cuatro hermanos. Sin
embargo, desde hace apenas tres años, se han
rehabilitado varias casas más, que han
devuelto la esperanza a una aldea que ha
permanecido como detenida en el tiempo -basta
con pasear por las calles-, que conserva una
belleza y una pureza singular.
El alcalde pedáneo confía en que las
administraciones echen una mano, consciente
del interés que puede tener el desconocido
conjunto arquitectónico de Pinilla del Olmo,
y de las posibilidades de un pueblo que no
está aislado, que es vecino de Villasayas,
está a escasos kilómetros de Barahona o a
diez minutos de Almazán, por una carretera
comarcal reformada recientemente. Reconoce
Bartolomé que a pueblos como el suyo no se
les ha hecho mucho caso, aunque no elude que
parte de la culpa de la situación la tengan
los propios vecinos.
PROYECTOS
La pavimentación de las calles, o la reforma
del Ayuntamiento para habilitarlo como centro
social son las prioridades para el joven
responsable de la pedanía, que no pierde de
vista la recuperación de edificios tan
emblemáticos como la fragua o el horno
comunitario.
Sobre el futuro del pueblo, José Luis
Bartolomé se muestra esperanzado. De hecho,
él mismo se está construyendo una casa para
cuando se case, puesto que su novia le apoya
en la decisión de vivir en Pinilla del Olmo.
Eso sí, la construcción de la nueva
vivienda respeta el uso de la piedra y la
estética del caserío.
La generosa iglesia parroquial de Nuestra
Señora del Campo, de amplia fábrica y con
reloj incluido en la fachada; la ermita de la
Soledad; un juego de pelota, o un conjunto de
cerradas dibujado con muros que seguro fueron
levantados con especial mimo, conforman la
fotografía de una localidad que despierta, y
que está siendo rescatada de la memoria de
sus hijos. La rehabilitación de casas así
lo confirma.
En las pasadas fiestas, gracias a la ayuda
que supone Internet, se reunieron más de
doscientas personas vinculadas a la
localidad, en una jornada de convivencia sin
precedentes.
Foto: José Luis Bartolomé, junto a la casa
que construye.
|
CARRETERAS
INTERIORES |
Diario de Soria.
Noviembre 2004
|
REIVINDICACIÓN DE HORNO
COMUNAL...
JAVIER D.
NARBAIZA
Acudo en el puente
festivo de El Pilar a mi despueblo de Pinilla
del Olmo, y compruebo que hay coches con
matrícula de Valencia, Oviedo, Zaragoza,
Barcelona y Madrid que se cobijan al amparo
de las escasas paredes enterizas. Sopla un
viento frío en este súbito otoñazo que
irrumpe y entendemos que es momento de echar
mano a la leña de carrasca y encender la
vieja cocina. Algunos, volvemos a coincidir
después de lo que significaron las
recuperadas fiestas de Agosto, donde por vez
primera en muchos años nos concentramos más
de ciento cincuenta personas con raíces en
el lugar. Y junto al fuego, surgen las
consecuentes valoraciones de lo que
significó el encuentro, las repercusiones y
comentarios sobrevenidos en tantos pisitos de
ciudad, donde los mayores miran la
televisión mientras recuerdan su infancia y
juventud y les acuden emociones cuando los
hijos o los nietos les encienden el ordenador
y conectados a internet pueden mirar las
calles de lo que fue su pueblo y ahora
descubren que algunas casas se recomponen y
levantan. Mientras los leños crepitan,
pensamos en posibles y próximos pasos y
lamentamos olvidos de quienes, en base a las
urgencias organizativas, no fueron
convocados.
- Pues la
abuela no pensaba volver nunca, ya
que dice que cuando regresó un año
a la fiesta del Tremedal, tanta ruina
y abandono le rompieron el corazón.
- Pero al
ver que varias casas se van
levantando, nos ha soltado que en el
próximo año a lo mejor se anima y
viene.
- Y comenta
que si se arreglase el horno, que
ella se atrevería a amasar el pan.
En Pinilla del Olmo,
todos están con lo del horno, y ya es rito
de visitantes el de llegarse a ver lo que
queda de su fábrica, un tanto desmoronada y
con los esquinazos cedidos, en lo que
constituye el último edificio del pueblo, a
pocos metros de la ermita de la Soledad.
- Y el caso
es que todavía se mantiene la
bóveda del horno, y si se reparase
la cubierta, como la piedra puede
aprovecharse, no sería tan
complicado rehabilitarlo...
- El crimen
es haber dejado caerse el tejado...
- No hay que
mirar para atrás, que el estado
actual del horno ya no tiene
solución.
- Alguien me
ha dicho que hay un organismo para
estos proyectos de recuperación, que
es ADEMA y que conceden subvenciones
para reparar hornos y lavaderos...
Implicamos en el tema al
alcalde pedáneo, y lo pillamos en la
heroica tarea de levantarse, él solito,
piedra a piedra, una formidable casa
que será su futura vivienda cuando la
concluya, y José Luis nos comenta que el
pueblo no tiene apenas recursos y que él no
sabe si en ADEMA cubrirán estas cosas, que
por otra parte lleva poco tiempo en el cargo,
pero sospecha que si fuese fácil que se
pudiesen reparar, a expensas de subvenciones,
el horno o la fragua, le hubiese enseñado el
camino el alcalde de Baraona, ya que
esas obras las tienen que pedir los
Ayuntamientos. 
- Fíjate en
Romanillos, o en Mezquetillas, como
han conseguido rescatar aquellos
elementos del patrimonio rural que
forman parte de su historia.
- Me da que
esos deben ser más espabilados...
- Además-
añade el alcalde pedáneo-, para
pedir subvenciones hay que rellenar
un cerro de papeles para que, como
mucho, te cubran solo una parte del
presupuesto, y luego hay que
presentar proyectos, y echar mano
de técnicos, ya que estas
cosas tienen también que dar de
comer a los que llevan la carterilla
de un lado para otro.
- Pues
habrá que hacer algo, ahora que
somos más los que pensamos en pasar
aquí temporadas y no creo que haga
falta mucho arquitecto para reparar
una sola pieza, que cosas más
complicadas como el transformador de
la luz, las hacía Pablo Rello,
y luego su hijo Antonio, sin apenas
auxilio y sin cemento, y si quieres
te das una vuelta y verás cómo
siguen los sillares que ellos
colocaron...
- ¿ Y si
llamamos al Antonio para que
supervise la obra, y luego nos las
arreglamos entre todos, aunque sea a
escote entre unos cuantos?
- Eso es lo
que harían en cualquier pueblo sin
ley, como éste, pero con buena
unión entre los vecinos.
Nos comprometemos a
preguntar cómo se encarrilan estas
actuaciones, y José Luis insistirá en
Baraona y le sugiero que consulte con
Honorato, el pedáneo de Mezquetillas, que es
sabio en el menester de solicitudes y que
tiene su pueblo impecable, y no digamos el
próximo término de Romanillos, que
constituye ejemplo de buen hacer
comunal y que se presenta como uno de los
pueblos más ordenados y atractivos de estas
tierras del sur soriano.
Pretendo, en el
conciliábulo, llevar un mensaje de contenido
optimismo que venza la incredulidad sobre
apoyos generosos de instituciones- pues los
sorianos, por mucho tiempo que llevemos
fuera, pronto dejamos de creer en los Reyes
Magos-, y hago memoria de hornos, lavaderos,
chozos de semental, tainas, fuentes, fraguas
que se van reparando por la provincia y que
sirven de arranque y de señal para convocar
a gentes que se fueron. Confieso, que voy
percibiendo, en el escaso tiempo transcurrido
desde que decidí levantar casa en el lugar
de mis mayores, una respuesta emocionada de
muchos en el intento de llevar vida a
la zona de sus orígenes, y que prende
emociones en hijos y nietos sumergidos en el
anonimato de la gran ciudad, quienes han
escuchado las órdenes de sus antepasados,
como me ha ocurrido a mí. Y otros, que sin
nacer aquí, lamentan no tener pueblo
ni arraigo rural alguno y sienten la
atracción de las viejas piedras, entendiendo
que los lugares sitos al final de la
carretera son mas sugerentes que las
urbanizaciones de chalets adosados con pista
de tenis y club social. Y ahí, en esa
rehabilitación de patrimonios y de entornos,
la recuperación de edificios comunales puede
transmitir la sensación de que algo renace,
con lo que conlleva en la nueva imagen de
estas poblaciones, donde se escucha el viento
y hasta el silencio, que hay gentes que
valoran esa razón primordial para la
elección de segundas residencias. Que
la reparación de un horno en el que hace
cincuenta años se elaboró el pan para todo
un pueblo puede significar la
invitación para que vuelvan, sin
excusa ni pretexto, entre otras, Eugenia,
Cecilia, Valeriana, Teodosia, Emilia,
Ascensión, Trinidad..., que todas van por
los ochenta y que sería la mayor alegría
que podríamos darles, y además recordarían
como amasaban otrora aquellas hogazas que
duraban semanas y tornarían después a
sus ciudades con su pan grande y salido del
mismo horno cuyo humo de aliagas tantas veces
vieron trepar y que propagaba olor de
pan caliente y de torta de chicharrones en
vísperas de solemnidades. Lo cual
supondría, que familias y generaciones
podrían acudir al evento, y luego el horno
tendría su utilidad como espacio de
conversa y de concordia, de lo que
tanto se necesita en la pedanía. De lo que
estoy seguro, es de que si se pusiese
el horno en funcionamiento, de la futura
ceremonia de fiesta, con harina,
levadura y charanga, y de las emociones
derivadas, conseguíamos animar a que
se levantasen, al menos, otros ocho o diez
tejados.
|
Ir a Inicio de la página de
Pinilla
|
|